En los barrios populares de Medellín, grupos criminales imponen sus reglas al sector turístico

En Medellín el turismo es un negocio en rápido crecimiento, pero las autoridades públicas no alcanzan a regularlo. Aunque la ciudad recibe elogios por su «innovación» y «resiliencia», los actores criminales siguen gobernando, especialmente en los barrios marginados donde los artistas y comerciantes deben pagar extorsión.

Por: Patrick Naef

Aunque Colombia experimentó un auge significativo del turismo en la pasada década, el sector ha surgido a menudo en marcos institucionales débiles. Medellín es un caso revelador. En la segunda ciudad del país, el turismo es un negocio en rápido crecimiento, pero las autoridades públicas se esfuerzan por regularlo. Además, los medios de comunicación internacionales y los programas mundiales de desarrollo suelen elogiar a Medellín por su resiliencia y su innovación. Sin embargo, la influencia de los actores criminales en la forma en que se gobierna es crítica, especialmente en los barrios marginados.

Este articulo ofrece un breve vistazo a algunas de mis investigaciones actuales, en las que examino el modo en que las relaciones íntimas influyen la gobernanza criminal. Me interesa saber cómo median los lazos interpersonales, como el parentesco, la amistad y los conocidos de larga data, en la forma en que los actores ilegales imponen sus normas. Exploro, por ejemplo, la extorsión de personas que trabajan en el sector turístico, como guías turísticos, artistas callejeros y propietarios de negocios. A través de un enfoque basado en los barrios, intento comprender algunas de las micro-dinámicas que conforman lo que a menudo se denominaba las reglas del juego, en algunas de las zonas marginales de Medellín que empiezan a experimentar la llegada de turistas.

Turismo, delincuencia y el «milagro» de Medellín

El turismo ofrece una forma innovadora de examinar la integración de los actores criminales en un sector emergente de la economía. Aunque muchos en Colombia, incluyendo empresarios, terratenientes y líderes sociales, han sufrido la explotación de los grupos criminales durante muchos años a través de la extracción de la infame vacuna (impuesto de extorsión), el turismo se convirtió en un objetivo para ellos sólo recientemente.

La investigación llevada a cabo en la Comuna 13 (también conocida como La Trece) puede ayudar a demostrar cómo el turismo se ha visto afectado por la actividad criminal. Situada en la periferia occidental de Medellín, La Trece era considerada la zona urbana más militarizada de Colombia a principios de la década de 2000. Ahora es una de sus zonas más turísticas. La Trece ejemplifica la resistencia del sector turístico, que se recuperó rápidamente tras la interrupción provocada por la pandemia de Covid-19.

Esta investigación en La Trece también demuestra la resiliencia de la gobernanza criminal, ya que los combos que controlaban el negocio del turismo reanudaron rápidamente sus prácticas extorsivas cuando los turistas volvieron en masa en la comuna. Explorar este proceso con más detalle permite cuestionarse sobre lo que a menudo se denomina «el milagro de Medellín», lo que la alcaldía y los medios de comunicación describen habitualmente como la transformación «de la ciudad más violenta en la ciudad más innovadora del mundo». El turismo es una herramienta importante en la difusión de este mensaje triunfalista, y la apropiación de los grupos en margen de la ley de este sector plantea importantes cuestiones sobre la imagen internacional de la ciudad y su gobernanza.

Más allá de su papel destacado en la promoción internacional de la ciudad, el turismo también fue considerado rápidamente como un recurso que beneficiaba a las comunidades de sus barrios más pobres. En la Comuna 13, el área conocida como Las Escaleras sirvió a ambos objetivos hasta convertirse en un espacio disputado, donde el «turismo comunitario» se transformó en turismo de masas. Estas escaleras mecánicas al aire libre se construyeron inicialmente para mejorar la movilidad de los residentes. Junto con el metro cable situado en las inmediaciones, figuraban como uno de los símbolos más importantes del urbanismo social de Medellín. Sin embargo, debido a su carácter innovador, pero también al arte callejero que las rodea, Las Escaleras pasaron de ser un proyecto local y social a convertirse en una atracción turística dirigida principalmente a visitantes internacionales.

Iniciadas por artistas de la escena hip-hop local, las visitas guiadas en La Trece pasaron a ser gestionadas cada vez más por empresarios externos. Llegaron nuevos guías y operadores turísticos de otros barrios, pero también de otros países, como Venezuela, Argentina o Francia. Esta internacionalización impulsó la competencia y las tensiones, que aumentaron aún más con la drástica caída de turistas durante la pandemia. La feroz competencia entre los actores del turismo en La Trece proporcionó un terreno fértil para la toma del control del sector por parte de los combos locales.

Las reglas del juego

En Las Escaleras, las visitas siguen un itinerario concreto: suelen comenzar en los barrios de Veinte de Julio y Las Independencias, donde los turistas son conducidos por las escaleras mecánicas. Después, llegan a la zona alta conocida como el viaducto, un camino peatonal de reciente construcción que domina la ciudad, donde abundan las tiendas para turistas, las galerías de artesanos y los artistas callejeros.

La gobernanza criminal en La Trece está fragmentada en micro-territorios, donde unos treinta combos controlan zonas que van desde un barrio entero hasta una sola manzana. Dos grupos delictivos actúan principalmente en la zona turística, alrededor de las escaleras mecánicas; cuando los guías turísticos y los propietarios de negocios describen las extorsiones, suelen referirse a “los de arriba y los de abajo”.

Las cantidades extorsionadas no son sumas fijas; varían en función del negocio implicado (por ejemplo, un guía local o una empresa externa), del propio guía (por ejemplo, si tiene familiares o amigos en el combo) o de la época del año (por ejemplo, aumentos de impuestos y donaciones para Navidad y Semana Santa). En 2021, los guías turísticos cobraban semanalmente unos 70.000 Col$ (unos 15 US$). Esta cantidad solía dividirse entre los de arriba (50.000 C$) y los de abajo (20.000 C$).

Aunque la implicación de los combos en el turismo se limita sobre todo a la extorsión, ocasionalmente proporcionan cierta gobernanza a las empresas locales y a los guías turísticos. Pueden influir en la distribución de parcelas a las empresas e intervenir en conflictos entre guías turísticos. Sin embargo, como indicó un guía, parece que los beneficios económicos se anteponen al orden social: “Lo que hicieron fue todo lo contrario. Dijeron: ‘cuanta más gente quiera ser guía, más dinero ganaremos»‘.

Inspiradas por el auge del turismo en La Trece, otros combos también están aprovechando el aumento de visitantes internacionales en otros lugares. La zona conocida coloquialmente como Barrio Pablo Escobar es un ejemplo llamativo. Con el creciente interés de los turistas por este barrio, el combo local transformó algunas de sus paredes en un colorido cómic sobre la historia del cártel e incluso encargó recientemente a un exitoso artista callejero de la capital que contribuyó a esta memoria tan disputada. Como en La Trece, los guías turísticos deben generalmente pagar una cuota a este negocio ilegal.

 

 

Calma tensa en el paisaje turístico de Medellín

Académicos han demostrado que la gobernanza criminal puede, paradójicamente, fomentar la seguridad: el control de los espacios turísticos ilustra este proceso. El centro de Medellín, a pesar de ser un mercado abierto de drogas, prostitución y bienes robados, también tiene una larga historia de turismo, principalmente debido a su famoso Museo y a la plaza Botero.

El centro está controlado por decenas de grupos criminales conocidos como Convivir, nombre que se originó en un programa de vigilancia vecinal paramilitar antes de ser desmantelado por presiones políticas. Como explicó el antiguo asesor de Paz de Medellín y Antioquia, Luis Guillermo Pardo, ellos controlan el centro de Medellín mediante la violencia, pero también se encargan de la seguridad de los extranjeros: «No es la policía, son las Convivir… Le aseguro que si alguien roba a un turista… le pegan y se lo devuelven todo al turista». En la Comuna 13, se produce un proceso similar. El integrante de un combo comentó: “El objetivo es evitar problemas. Que todos vivan bien juntos…. Hoy en día, es más probable que te roben en [el barrio rico de] El Poblado que aquí”.

En algunos de los barrios populares de Medellín, los empresarios turísticos y los actores criminales, pero también los propios turistas, contribuyen a la seguridad de estos espacios. Fomentan un clima a menudo descrito como calma tensa, que el antropólogo Adam Baird definió como «el control psicológico, generado por el miedo, que las bandas ejercen sobre la comunidad». En muchos de los relatos que escuché, los turistas eran considerados intocables, y su presencia contribuye a la calma (tensa) del lugar.

Además, las relaciones íntimas arraigadas en estos barrios son fundamentales para la persistencia de la vacuna turística. Los combos suelen favorecer a amigos y parientes, y los actores turísticos manifiestan muy poca resistencia. Además del riesgo de represalias, muchos son menos reacios a pagar un impuesto a una banda local bien conocida en la comunidad, que a dar dinero a instituciones legales pero externas, como bancos o autoridades fiscales. La creciente participación de actores turísticos externos, como las grandes empresas turísticas y los guías extranjeros, refuerza considerablemente esta dinámica.

La extorsión en el negocio turístico de Medellín, por tanto, contrasta con los hallazgos etnográficos de otros, como los del antropólogo Anthony W. Fontes, que expone la espectacular violencia creada por las maras (pandillas) en la capital de Guatemala. Para él, la «suavidad» (smoothness en inglés) de la extorsión sólo funciona en espacios donde la violencia está controlada. En Medellín, muchos dieron testimonio de lo que describieron como la “naturalización” de la vacuna. La extorsión está arraigada en el tejido social y la violencia está contenida. Tanto los empresarios turísticos como los actores criminales dependen de la calma tensa para facilitar el buen funcionamiento del sector turístico.

Así mismo, un análisis de la economía política del turismo y de la violencia plantea cuestiones sobre el llamado «milagro» de Medellín. Detrás de la imagen bien pulida de la transformación de Medellín promovida por el sector turístico, prevalece una situación de profunda inequidad y de violencia silenciada. La segunda ciudad de Colombia experimenta un proceso de doble filo, en el que el turismo aporta recursos socioeconómicos a los barrios periféricos, pero al mismo tiempo contribuye a la victimización de sus residentes.

Patrick Naef es antropólogo de la Universidad de Ginebra. Trabaja sobre la gobernanza criminal, la informalidad y la memoria colectiva. Su investigación actual se centra en la violencia en las «ciudades resilientes» de Colombia, Kenia y Estados Unidos.

 

Este artículo es una traducción de una versión ingles publicada en Word on the Street.

Imagen 1: El mural principal del Barrio Pablo Escobar.

Imagen 2: Un camino peatonal con vistas a la ciudad en la Comuna 13.