Turismo amenaza agro y ambiente en el occidente de Antioquia

El boom inmobiliario y turístico que vive esa región –que incluye municipios como Santa Fe de Antioquia, San Jerónimo y Sopetrán– está amenazando las actividades tradicionales de los agricultores, quienes además de proveer de frutas y otros cultivos a buena parte del país, prestan servicios ambientales vitales como la conservación de ecosistemas.

Imagen: Catedral de Santa Fe de Antioquia.

A esa conclusión llegó el ingeniero agronómico Mateo Barrera Betancourth, magíster en Ciencias Agrarias e integrante del Grupo de Investigación en Conservación y Manejo de Agro-ecosistemas (CyMA) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, después de estudiar la multifuncionalidad en los sistemas de producción agrícolas tradicionales de la región.

El estudio destaca que en los últimos años se han reducido muchos de los cultivos insignia de esa zona de Antioquia. El caso más representativo es el del tamarindo (Tamarindus indica), que solo en Santa Fe de Antioquia pasó de 44 hectáreas sembradas en 2001 a solo 5,5 hectáreas en 2015. En Sopetrán el cultivo pasó de 20 a 9 hectáreas entre 2012 y 2015.

“La multifuncionalidad es un término ampliamente usado para referirse a un proceso que presenta diversos servicios o funciones múltiples: producción de alimentos, conservación de la biodiversidad, protección de paisajes rurales y generación de empleo, entre otros. En los años 90 este concepto tomó fuerza después de que se incluyó en los documentos de la Agenda 21 de la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992”, explica el magíster de la UNAL.

La investigación se realizó en 13 predios rurales de los municipios de Santa Fe de Antioquia, San Jerónimo y Sopetrán, que además son los que mayor desarrollo turístico presentan en Antioquia. Se buscaron fincas que cumplieran con varios requisitos: estar en la zona de bosque seco tropical, que tuvieran por lo menos un cultivo con representatividad económica para la familia, y que tuvieran un carácter tradicional, es decir que por lo menos tres generaciones de la misma familia hubieran trabajado en esos cultivos.

Los predios tenían áreas que iban desde las 0,24 hasta las 64,5 hectáreas, con un promedio de 10,6 hectáreas, con cultivos de zapote, tamarindo, cacao, café, mango, caña, papaya, iraca, mamey, corozo, plátano, maracuyá, maíz, yuca, limón, flores, algunos pastos y hortalizas.

Agricultura multifuncional

La investigación plantea que esas fincas son multifuncionales y por eso se propone crear un indicador a partir del “índice de diversidad de usos y propósitos de usos o de multifuncionalidad”.

“Evaluamos la multifuncionalidad de la agricultura a partir de dos flujos: comercialización y mano de obra o trabajos generados (cosecheros, transportadores). El índice nos mostró que aunque las fincas seleccionadas tienen distintas características y funcionalidades, cumplen papeles muy relevantes en la protección ambiental y de cultivos tradicionales”, agregó.

El estudio también midió las condiciones biofísicas, económicas y sociales de las fincas y encontró que aunque algunas son rentables económicamente, otras solo permiten la subsistencia.

El investigador identificó muchos predios en condiciones limitantes para la producción, como suelos de poca profundidad o pendientes inclinadas.

“El desconocimiento sobre las funciones ambientales, socioculturales y económicas que aportan estos sistemas ha generado que las familias productoras sean desplazadas hacia las laderas poco productivas. A los menos afortunados los han desplazado hacia las cabeceras municipales, siendo el turismo una de las principales amenazas”, aclara el magíster Barrera.

Concluye señalando que “es urgente que los campesinos reconozcan la importancia de sus sistemas de producción tradicionales –por su aporte ambiental, social y económico–, pues de no hacerlo podrían perder la confianza, la capacidad de asociarse y aumentar el riesgo de desplazamiento de las comunidades a zonas urbanas”.

 

Por: fin/VRB/MLA/LOF.  Agencia de Noticias UN.