Primera parte
Andrés veía a la cultura china muy lejos, pero quizás esos caracteres que tatuó años atrás en su cuerpo lo encaminaron hacia el país asiático.
En 2011 Andrés llegó a Malasia para trabajar en una empresa de exportaciones; en su maleta un título de pregrado y muchos sueños, pero adaptarse a este país de cultura machista y de rígidas creencias religiosas fue difícil, optó por irse, entonces, a China para aprender el idioma y radicarse allí.
De las tres universidades a las que se postuló para estudiar el idioma fue aceptado en Swufe Universidad de Finanzas y Economía del Suroeste, ubicada en la provincia de Sichuan y en la ciudad de Chengdú, un lugar con unos 16 millones de habitantes y caracterizada por tener la reserva más grande de osos panda en el mundo.
El cucuteño comenzó entonces a estudiar chino, pero luego de un semestre los bolsillos se iban vaciando; lo único que se le ocurrió a Andrés fue contactar a un chino con el que había podido hablar en inglés el día que llegó al país, tenía la esperanza de poder conseguir un trabajo y estuvo de suerte, este chino con el que después perdió contacto lo ayudó.
«—Él me dijo venga yo le pregunto a unos a amigos,
— ¿usted habla español?, unos amigos quieren aprender español y ellos le van a pagar.
—Entonces me dijeron:
—¿cuánto va a cobrar?
—Les dije no sé, no sé cuánto vale, o que mercado hay acá.
—Les dije: deme esto, la necesidad tiene cara de perro y ellos se quedaron mirando y me dijeron:
— ¿en serio tan barato?
Resulta que yo estaba cobrando lo que vale una clase particular en Colombia que son 15, 20 mil pesos.
—Me dijeron:
—listo de una, le pagamos 20 clases por adelantado.
—Y yo feliz, me sentía millonario».

Llegaron más chinos que querían aprender español y como Andrés les daba las clases en su dormitorio de la Universidad, los nuevos estudiantes pidieron un lugar más neutral, terminó enseñándoles en un restaurante de pollo.
Salía de sus clases de chino y se iba hasta las siete u ocho de la noche enseñando español, así duró seis meses; además se dio cuenta que enseñaba muy barato, por lo que decidió cobrar 50 mil pesos que equivalían a 100 yuanes.
Meses después en una actividad social con extranjeros conoció a Yang Yang, en medio de risas Andrés recuerda que Yang Yang buscó hablarle y le propuso un trabajo:
«—Ella me dijo le tengo un trabajo.
—Listo, ¿qué hay que hacer?
—No, solamente te tienes que vestir de saco y corbata y te voy a dar un discurso y lo tienes que leer y ya.
—Y me ofrecía 1000 yuanes, 500 mil pesos.
Y yo como buen colombiano, campesino y patirrajado pensé, que me van a dar 500 mil pesos para leer un discurso delante de todo el mundo, yo desconfié de ella y le dije que no […], como latino se identifica que uno es muy desconfiado».
No obstante, la amistad prosperó tanto que hace cinco años Andrés y Yang Yang están casados.
De español a cálculo y algebra
Andrés continuó con sus clases particulares y entre esos estudiantes conoció a un guía turístico, un día cualquiera le dijo que era buen profesor y le propuso que, si quería tener un trabajo más estable y enseñar en una universidad, «a mi se me abrieron los ojos», recuerda; aunque tenía la espinita porque tanto su abuela como algunos tíos habían sido docentes, tampoco tenía el mejor concepto de ser profesor, pues en Colombia se subvaloran y se les paga mal.
«Presenté la entrevista para ser docente de medio tiempo como profesor de español […].
—Pasaron los seis meses, y el jefe me dijo:
—sus clases excelentes, me encantaron, quiero que firme contrato para tiempo completo, pero debía cambiar la visa a visa de trabajo, ahí empecé, duré como docente de español dos años.
—El jefe me llamó y me dijo que se había cumplido el periodo y que había que cerrar el curso de español,
—entonces me dijo:
—¿qué quiere enseñar?
—y le dije pues matemáticas, y entonces así empecé siendo profesor de cálculo y algebra matricial».
Volviendo a ese día Andrés cuenta que después de salir de la oficina de su jefe se quedó pensando en lo que había hecho, y es que los chinos tienen fama de ser calculadoras humanas…
Pero le entregaron sus libros y puso todo de sí para enseñar sus clases en inglés y chino como se los exigían, asumió el reto y hoy sigue siendo uno de los docentes en Swufe, una institución reconocida por ser una de las mejores en economía y finanzas en China.

Su buen desempeño como profesor, hizo que este Administrador de Empresas y Magíster en Administración de Negocios Internacionales fuera solicitado desde otro campus de la Universidad para orientar otras materias, así para marzo de este año Andrés estará también a cargo de las clases de español.
Casi una década después de vivir en China y a sus 36 años Andrés tiene una esposa, cursa segundo año de Doctorado en Educación, cuenta con un empleo estable, pero además ha logrado un reconocimiento como docente.
No obstante, faltaba algo… en 2019 una idea empezó a rondar su cabeza, ¿qué tal si desde su experiencia y conocimiento podía aportar algo a Colombia?, así nació Ospitec el proyecto que inició en 2020 y con el que enseña inglés a estudiantes de bajos recursos en el país cafetero que lo vio nacer.
Para conocer en detalle cómo Andrés puso a funcionar este proyecto, espere la segunda entrega de esta historia.