Por: Laura García Giraldo
Gissell Cardona sentía mucho y muy poco, o bueno, sí sentía que no tenía muchas razones para vivir. Cuando aterrizó en ese hospital, llegó a urgencias tras un episodio depresivo que la llevó a intentar suicidarse. Suena paradójico, ¿no? Mientras alguien está intentando suicidarse, hay una persona, al otro lado dispuesta a darte algo que rehúyes. Que te salva y te condena.
Como protocolo general, toda institución médica debe proveer a sus pacientes estudios clínicos después de un intento de suicidio y así sucedió con Gissell. Quien en medio de esta situación se enteró que estaba embarazada.
«Era un momento muy oscuro en mi vida, no quería pararme de la cama, todo me angustiaba, el mundo normalmente me abruma y las cosas que pasan me duelen mucho. La notificación de mi embarazo fue la locura. Yo no quería ser mamá ni lo había pensado nunca» cuenta Gissell.
Sin interés de tener un hijo a la edad de 22 años, Gissell le notifica lo que estaba pasando a su pareja de entonces. Él tampoco quería tenerlo. Viviendo con un desorden emocional ella no tenía planes para traer una vida al mundo.
Gissell fue hospitalizada e internada en el Pabellón Psiquiátrico de San Vicente, ciudad de Medellín. Los días pasaron como hojas que caen en otoño, lento. Días de incertidumbre bajo una cortina negra que no dejaba ver la luz. Encerrada, sin ver a nadie, sin ver el mundo.
El aborto parecía la única salida y en la soledad del Pabellón, Gissell solo oía la voz de su compañero: «¡Aborta!, ¡aborta!». Mientras seguía en la institución San Vicente, ella expresó su deseo por abortar y la Institución le programó una ecografía, aquella que cambió el rumbo de su vida.
En el primer mes de gestación una mujer atraviesa muchos cambios internos, se da el comienzo del sistema nervioso del feto y el corazón va tomando forma hasta que empieza a latir. Los latidos, que son sinónimo de vida, fueron el sonido que conectó a Gissell con la humanidad.
«Decidí tener a mi hijo y eso lo escogí yo. Quien fuese entonces el “donante” no estaba de acuerdo, verbalmente abusó para que yo no lo tuviera y finalmente corté todo tipo de comunicación con él» rememora Gissell.
La llegada de Silvio
Que su bebé fuera un varón no era lo que Gissell esperaba. Pensaba que sería una niña y cuando se dio cuenta que era varón, no supo cómo asimilarlo. Sentía que a lo largo de su vida había tenido muchos problemas con el género masculino y las heridas del pasado repercutían en su presente.
No le gustaba ningún nombre para niño, hasta que una noche una amiga le mencionó que si a ella le gustaba tanto el cantante Silvio Rodríguez, ese sería un buen nombre. A Gissell no le causó revuelo porque le parecía una decisión muy obvia, sin embargo recordó meses atrás, cuando estaba en el Pabellón Psiquiátrico, un poema que escribió.
Lo último que anotó en su diario era una frase dedicada al hijo que entonces no pensaba tener, decía «todo lo verde siempre será tuyo». Otra mañana, buscando el significado del nombre Silvio descubrió que era selva, ahí logró unir las piezas del rompecabezas y se volvió algo muy representativo en la vida de Gissell.
El primer llanto de Silvio al llegar al mundo es un pasaje nublado en la memoria de Gissell, un sonidito que se disipó en su pecho. Fue un 19 de marzo, días antes de que el país entero entrara en cuarentena nacional por el coronavirus.
La maternidad en cuarentena tiene sus ventajas. Todo el tiempo puedes estar con el recién llegado, verlo crecer, disfrutar de su compañía y despertar la imaginación. Pero ser madre no es una tarea fácil.
El temor es un sentimiento recurrente en las madres primerizas, una sensación de miedo por lo nuevo y la suma de muchas responsabilidades no con algo, sino con alguien. Una vida tan frágil que depende de alguien más.
Sin una base sólida de ingresos económicos, Gissell se enfrentó la crianza de su hijo. Los ahorros le ayudaron con la manutención de Silvio, y claro, su familia se convirtió en un importante bastón. A su niño no le ha faltado nada.
Las raíces
«Mi relación con la Comuna 13 es muy estrecha, desde hace muchos años mi abuela materna, Maria Gladys Mesa, es líder comunitaria en el barrio Belencito. Siempre ha sido muy activa en el ámbito social, por ende yo he sido parte de eso, porque yo vivo con mi abuela, quien también me crió» menciona Gissell.
De pequeña, Mientras Gladys estaba en sus reuniones en el Centro de Integración en Villa Laura, Gissell se quedaba en la biblioteca leyendo o jugando. En parte, su sensibilidad artística proviene de su abuela.
Gisell inició sus estudios musicales a la edad de seis años, primero intentó con el violín pero tiempo después se quedó con el canto. Actualmente estudia Canto en la Escuela Superior Tecnológica de Artes Débora Arago, y hace 14 años pertenece a la Fundación Sirenaica, donde es corista y en algunas ocasiones, directora.
Como en la vida de cualquier artista el medio es inestable, y gracias a su fascinación por todas las artes, inició un emprendimiento donde dibuja y crea frases para Libretas de Gi, su tienda online de artesanías en Instagram.
¿Pero de dónde sale toda la lucidez de sus frases? Deysi Flórez, estudiante de filosofía y amiga de Gissell considera que la magia de esta mujer está en su visión de mundo. Gissell no habla de las cosas normales y mundanas, su mirada está puesta en los detalles. La poesía es como ella diría «un despetar». Una manera de traer al mundo físico todo aquello que yace en las entrañas de cada ser humano.
Poema de Gissell: https://vimeo.com/190104653/description
La vida bonita
Junto a dos montañas verdes y un parque lineal, en lo alto de la Comuna 13, se ubica la casa de Gisell. El hogar es comparte con su abuela materna, con dos perritos, y ahora con Silvio. Un día normal está acompañado de rutinas que como nueva madre Gissell asume con entusiasmo.
Los baños, las siestas, las asoleadas, las lecturas, los arrunches, las cantadas. Todo un abanico de acciones incorporadas en la vida de Gissell para permitirle a Silvio acercarse a un mundo al que apenas se integra.
Con Silvio también creció la confianza de Gissell. Y a través de su cuenta personal de Instagram (@gissellcardonag) viene elaborando un «diario pandémico» en donde da testimonio hacia el mundo de los momentos y trozos de la vida que comparte con su pequeño Silvio.
Él en sus brazos, acurrucado por el calor maternal; ella cantándole y recitando su poesía; juntos haciendo arte del que antes Gissell no se atrevía a mostrar por pena. Un niño descubriendo la naturaleza y conectando con la procedencia de su nombre, un niño que observa y toca todo a su alrededor. Ellos son un verdadero equipo y eso es lo que transmiten.
La paz de Silvio es un generador de vibra positiva, y que tan siquiera una persona mejore su día al ver la sonrisa del pequeño de cinco meses, es más que suficiente. Para Gissell, Silvio es lo mejor que le ha pasado. Su situación emocional ha mejorado y desde su llegada no ha tenido recaídas.
Para algunas personas, compartir momentos privados de la existencia humana como la maternidad no es una opción. Pero Gissell ha encontrado en las redes sociales una forma de compartir sus experiencias a través de un lenguaje artístico y recursivo. Silvio llegó para enseñarle a Gissell a amar.
«He aprendido a amar el camino, las oportunidades, los pequeños momentos, los amigos, la familia, pero sobretodo a amar la vida. Silvio ama sin saber que lo hace» dice Gissell.
Ella, por su parte, aprendió a vivir de nuevo. Silvio le brindó la valiosa oportunidad.