Por: Deysi Flórez Álvarez
En días de cielo roto, pone las palmas hacia arriba para que la lluvia le lave las manos. Cuando percibe que la estoy mirando, ni se asusta ni le da vergüenza, me mira silenciada, como a las plantas o las gotas que caen. Me pregunto todo el tiempo: qué piensa mientras la vida pasa por sus ojos.
El cinco de agosto noté que exponía en la ventana un gran papiro con dibujos. Eran cuatro hojas de papel con recortes de princesas. Pude reconocer a Frutillita, Morita, Cerecita, Dulce de Limón, Naranjita, Arándano… Al finalizar la cuarta hoja, tenía dibujitos de niños jugando en la naturaleza. También tenía una casita. En los bordes había decoraciones, adentro parecía tener una sopa de letras y algunas palabras que desde mi balcón eran ilegibles.
La sociedad ha perdido el demorarse, las cosas aparecen y desaparecen cada vez más rápido. Antes de la cuarentena, estoy segura de que estaría tan afanada que no me percataría del dibujo ni de la niña en la ventana. No sé nada de ella, ni su nombre, ni su edad, ni qué sueña, pero hace de la ventana toda una sala de exposición.
Las personas se detienen y sonríen, lo noto por la manera en que se achinan sus ojos, pues con el tapabocas es imposible contemplar las comillitas que salen al lado de los labios.
Ella está ahí orgullosa de que miren sus dibujos, mirando a los miradores. Cada cierto tiempo, entra a su casa y luego vuelve con un pedazo de tira nueva, para que el viento juguetón no voltee su papiro.
Los dibujos continuaron colgados. Le mostré a mi padre las fotografías del momento. Se quedó un rato mirando, y al fin dijo:
«Uno todo el día trabajando construcción no mira las casas, pero esa niña tan especial, me da felicidad».
Después de esas palabras me acerqué a pedirle a la madre de la niña que me permitiera publicar las fotografías y para sorpresa mía, no solo me lo permitió sino que pude compartir toda una tarde con una de las artistas que está cultivando esta amada Comuna 13.
Su nombre es Sara Sofía Padilla Caro, tiene siete años y sueña con ser una gran artista. Tiene toda su casa llena de dibujos. Le gusta experimentar con los colores. A ratos mete los marcadores en agua. Cuando está creando, mueve su cabeza hacia los lados, lo hace de manera muy pausada; no aprieta demasiado su puño, los trazos son suaves. Aprende fácilmente. Cuando le pregunté qué miraba a través de la ventana, me invitó a que miráramos juntas y esto era lo que pensaba:
[…] Yo pienso y pienso en muchas cosas, me tomo una foto y luego descargo una aplicación y uno se pone en lugares que no está, como el mar, pero uno piensa que está ahí. Es como el cielo, me gusta ver el cielo, las montañas, el amanecer, también veo los pájaros, la gente, hay una cometa, las casas, los niños que suben con bicicleta, a veces pasan muchos caballos y para dónde irán, ¿para las montañas? Me gusta cómo están las personas, él se llama Mario, vive en mi casa, mira, hay un bebé con tapabocas. También me gusta mirar las plantas, los carros. Me gusta ver muchas cosas. Yo me asomo en la otra ventana que está por allá y veo todos los edificios, también hay muchos escalones, niños, juegan. Me encantan los bebés, ¡ufff!, muchos bebés, me gusta el sol, me gusta ver la noche. Todo el día es muy lindo, me gusta ver la tienda, me gusta ver los pasteles, pero no puedo comer dulce porque tengo colon. Eso tiene muchos pisos, uno, dos, tres, cuatro, y eso parece el castillo de Rapunzel, mira, es pequeño y muy alto. Me gusta ir a la playa pero que no estén los tiburones. Esa niña tiene el mismo tapabocas que yo tengo. Me gustan los perros, es mi mascota favorita. En la farmacia hay un muñeco con tapabocas, cada que alguien entra se echa alcohol, la señora de la farmacia entrega medicinas, espero que mejoren. Mira, la peluquera está en la ventana, y ya están haciendo buñuelos. Encima del letrero ponen un tapete, ¿ya lo viste? Hay nubes, hay rosas. Ahorita Mario fue a la tienda, se subió y volvió a ir, ¡jum, jum, jum! […] Yo también sé escribir, mientras usted escribe lo que yo veo, voy a escribir lo que me gusta.
Sara tiene un afán incorregible por tocarlo todo, mirarlo todo, sentirlo todo… a través de sus ojos. Las cosas no parecen un chisme, sino la constante novedad de la vida, la alegría de las pequeñas cosas, la importancia de demorarse. Cuando le pregunté para qué ponía los dibujos en la ventana, respondió:
«Para que las personas sean un poquito más felices».