Por: Mariluz Palacio Úsuga
Lo que antes era una necesidad se convirtió en tiempos de pandemia en una obligación, tener un computador en casa para cumplir con las tareas académicas ha sido para Jean Paul, Daniel, Juan Camilo, Andrés, Susana, Valeria y Katherine sinónimo de felicidad, respiro e incluso salvavidas. Sin embargo, aún falta algo.
Para conocer a Jean Paul Caro Álvarez, es necesario sortear unas pequeñas y empinadas escalas ubicadas en el sector Calle Nueva, una zona del barrio 20 de Julio en la Comuna 13 de Medellín. Allí, en una de las viviendas que se apilan como casitas de pesebre vive este adolescente de 15 años y estudiante de octavo grado de la Institución Educativa La Independencia.
La casa que habita con Jhoana su madre y sus dos hermanos menores, Daniel de diez años, y Heylin, de ocho, es más larga que ancha, con cuatro espacios distribuidos en una pequeña sala, la cocina, el baño y la zona de habitaciones. Los enseres están juntos para dar lugar a la familia, y para que se asome un poco de luz es preciso dejar un bombillo encendido y la puerta de ingreso abierta.
Jean Paul es tímido, de ojos grandes y mirada esquiva. Hace tres años es integrante de la Corporación Habitante 13, y fue Jhoana quien lo inscribió para que lograra acceder al beneficio de tener un computador prestado en casa y así continuar estudiando.
Jean Paul nunca ha tenido un computador propio, los recursos de la familia vienen del trabajo que su mamá tiene como distribuidora para una marca de gaseosas en la zona, y el sueldo alcanza para lo básico. Antes de la pandemia, Jean Paul usaba los computadores de su colegio o del Parque Biblioteca San Javier, pero con la cuarentena causada por la covid-19 todo cerró y las clases y tareas se trasladaron a la virtualidad. Sin un computador disponible Jean Paul comenzó a atrasarse en sus actividades.
Por fortuna, todo ha mejorado con solo tener un computador por tres días en su casa, y es que no solo Jean Paul se está beneficiando con el mismo, además de Daniel y Heylin, también su mamá está estudiando. Así, los miembros de la familia alternan el uso del equipo para cumplir con las tareas. En la mañana Jean Paul es el primero que lo utiliza, al medio día es el turno para Jhoana quien está validando el bachillerato, en la tarde Daniel y Heylin hacen sus tareas con el acompañamiento de su mamá, y en la noche, cuando hay cursos y encuentros virtuales de la Corporación Habitante 13, Jean Paul logra conectarse para estar al tanto de las actividades.
«Es un medio de ayuda para los demás niños que estudian y que no tienen manera de hacer los talleres. Sino hubiera tenido el pc hubiera perdido el año», explica Jean Paul. Mientras termino mi conversación con él, entre curioso y sonriente, Daniel se acerca y define la llegada del computador a su casa con una palabra: «felicidad».
Seguir estudiando…un desafío
También en el barrio 20 de Julio en el sector La Colina viven Susana, Juan Camilo y Andrés Felipe Sánchez Rojas, tres hermanos de 12, 13 y 15 años respectivamente, son hijos de Mileidy Rojas Zapata, empleada de un hotel en la ciudad y encargada del sostenimiento de la familia a la que también se suma la abuela, Teresa de Jesús Zapata y madre de Mileidy.
Lo más grande de la casa es un largo callejón que da ingreso a la misma, al interior se encuentra un pequeño patio, la cocina, el baño y una habitación para todos. Al ingresar veo un computador de escritorio que con esfuerzo compró Mileidy hace dos años, pero al ser de segunda mano dejó de funcionar; así, la única opción para poder hacer las tareas era tomar los celulares de la abuela y la mamá, pero cuando esta se iba a trabajar quedaba un celular para tres estudiantes.
Aprender y, más aún, rendir bajo estas condiciones es más que complicado, así, el hecho de que Andrés Felipe, quién está en séptimo grado en la Institución Educativa Marco Fidel Suárez, pudiera conectarse a sus clases virtuales implicaba que Juan Camilo y Susana esperaran o, incluso, se atrasaran con sus deberes académicos.

Hace unos meses están llevando a casa el computador que les presta Lluvia de Orión por medio de la gestión de Habitante 13 y como dice Andrés «se facilita un poco más para hacer tareas y asistir» y es que al igual que Jean Paul los tres hermanos son integrantes de Habitante 13 y se benefician con sus talleres y actividades culturales y recreativas.
Juan Camilo que cursa el sexto grado en la Institución Educativa Cristóbal Colón, estaba logrando entregar a tiempo los talleres que recogen cada dos meses en el colegio. Y Susana que en cuarto de primaria ya sueña con ser enfermera, se estaba comunicando permanentemente con sus profesores para no perderle el hilo a las explicaciones y deberes.

Pero esa alegría reflejada en los rostros de los hermanos hace algo más de un mes, ha cambiado por estos días; al ser Mileidy la única encargada del hogar y con los recortes en temas salariales, la familia debió escoger entre comer y pagar el Internet, de este modo, aunque tengan el beneficio del préstamo, no están logrando conectarse a sus clases virtuales. Así, esa alegría ahora se convirtió en impotencia.
El detalle está en no rendirse
El liderazgo, el voluntariado en su territorio y las ganas de sacar a adelante sus estudios, fueron el impulso para que Katherine y Valeria Gutiérrez Bustamante, de 15 y 16 años respectivamente, buscaran acceder al préstamo de computadores ante Lluvia de Orión.
Las hermanas también habitantes del barrio 20 de julio hablan con el ímpetu propio de la edad, ese que les ha permitido estar cursando su último año de bachillerato, Katherine en la Institución Educativa Francisco Antonio Zea y Valeria en Lola González.
Viven con sus abuelos y ante el daño del único computador que tenían en casa las opciones eran: quedarse en el colegio para prestar algún computador, ir a la casa de una amiga que les facilitaba el suyo, o hacer las tareas en sus celulares, la pandemia empezó y las dos primeras opciones ya no eran viables, quedaba solo estudiar mediante el celular pero, sucedió algo más, a Valeria le robaron el dispositivo así que solo quedó un celular para ambas en la casa.
Tanto Katherine como Valeria adelantan estudios de media técnica en desarrollo de software y diseño gráfico, por lo que el computador era una herramienta fundamental para seguir adelante con sus tareas. «Estar sin computador destruiría mi proceso y retrasaría la entrega final de mi proyecto. Para mí lo más importante es que puedo continuar con mi proceso académico sin salir de casa y exponerme, […] no me tengo que preocupar por no tener la educación que quería, pues me sentía en desventaja con mis compañeros», enfatiza Kathe, como es conocida.

Por su parte, para Valeria los talleres en Habitante 13, los voluntariados en la ACJ, además de los encuentros de teatro en La Parlacha, una corporación también de la Comuna, iban quedando relegados, la ansiedad por esta situación la llevó incluso a avivar sus dolencias gástricas.
«Valeria siempre ha tenido constante acompañamiento con la comunidad y cuando esto de la pandemia sucedió que estuvo muy triste porque no sabía cómo seguir en los grupos de voluntariado y en algunos talleres. La verdad ella hasta se enfermó porque es muy importante estar en constante movimiento social, entonces cuando nos prestaron el computador fue literalmente el salvavidas que Valeria estaba esperando para seguir transformando y asistiendo desde la virtualidad a sus múltiples talleres», recuerda Kathe.
El hecho de la que la vida se transformara a plataformas digitales como dice Valeria, hizo que la cotidianidad dependiera de la tecnología, y es que según ella era injusto estar en desventaja por razones económicas u otras. «Sentir que de pronto por no contar con los recursos, su vida iba a estar aún más aislada del mundo era un caos literal, entonces lo más importante es cómo me ayudó a seguir conectada con mi realidad y aunque no sea lo mismo del cotidiano de hace cinco meses el préstamo me facilitó mucho más las cosas».
Desde niñas y bajo la enseñanza de su familia ha sido muy importante ayudar a los otros, la satisfacción es su mejor recompensa, pero cuando son ellas quienes lo han requerido, la incertidumbre no se ha hecho esperar, no obstante, en esta ocasión la ayuda llegó y así lo refrenda Kathe: «el préstamo fue ese puente de esperanza que nosotras necesitábamos para cruzar, para estar del otro lado por nuestras clases. Ustedes se convierten en un impulso para continuar estudiando y nos facilitan mucho ese proceso académico».
Salvavidas, puente, respiro… son variados los calificativos que estas hermanas le entregan a ese aparato tecnológico que llevan a su casa durante tres o cuatro días en calidad de préstamo. Se organizaron para poder cumplir con sus tareas, de 7:00 de la mañana a 12:00 del mediodía lo usa una de ellas, y entre 1:00 de la tarde y las 7:00 de la noche el turno es para la otra.
Si alguna de las dos debe hacer una tarea más extensa, se queda con el equipo después de la 7:00 de la noche. Han adquirido tanta disciplina con los turnos, que hasta tiempo les queda para ingresar a sus redes sociales y distraerse un poco.

El proyecto Todos Conectados y tener este dispositivo en casa les ha cambiado la vida, por eso invitan a las personas para que se unan a la causa y puedan ayudar a más jóvenes que requieren estar conectados para poder estudiar.
«Queremos decirles que están cambiando la vida de una persona con el granito de arena que aportan […] y sí, tal vez son muchos los jóvenes que necesitan conectividad, pero por algo se comienza y dando la oportunidad a una persona, se está logrando».
Valeria, por su parte, con vehemencia y convicción hace un llamado a la sociedad en general: «quiero recordar que son muchos los niños y jóvenes que están tomando la decisión de no estudiar y para mí la educación transforma vidas y genera un impulso para visionar el futuro. Que alguien ayude aportando sería decirle al estudiante: “continúe, no se rinda que nosotros le ayudamos a construir su futuro”».
Y precisamente, Juan Camilo Andrés Felipe y Susana están viendo truncados esa meta de estudiar porque, aunque pueden prestar el computador, hoy no cuentan con Internet. Es hora de ponerse en el lugar de estos chicos que solo desean estudiar.
Recuerden que pueden ser padrinos haciendo un aporte mensual de $20.000 o $30.000 que serán destinados a entregar planes de internet a los beneficiarios del proyecto. En ese caso, debe enviar sus datos al correo director@lluviadeorion.com