Dulce hogar, amargo hogar: los feminicidios durante la pandemia

En Colombia han sido asesinadas 33 mujeres durante la cuarentena ordenada por la pandemia del Covid-19, según cifras del Observatorio Feminicidios Colombia. Para comprender las causas de estos feminicidios, Lluvia de Orión entrevistó a María del Rosario Romero Contreras, historiadora Cum Laude de la Universidad Industrial de Santander, especialista en temas de educación sexual y género.

Ilustración: Róbinson Úsuga Henao

Por: Laura García Giraldo

El 9 de junio de 1994 se llevó a cabo la Convención Belém do Pará (Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer), donde por primera vez se enuncian herramientas para la defensa de las mujeres en condiciones de violencia física, sexual y psicológica. 

La Convención fue creada por la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y unas de las palabras que pasarían a ser recordadas en la historia serían las siguientes:

«la violencia contra la mujer constituye una violación de los derechos humanos y las libertades fundamentales y limita total o parcialmente a la mujer el reconocimiento, goce y ejercicio de tales derechos y libertades».

Durante la cuarentena por el coronavirus, en un debate realizado en la Comisión Primera de la Cámara, la vicefiscal General de la Nación, Marta Mancera, reveló que la Fiscalía hasta el 14 de abril había recibido 3.069 denuncias por violencia intrafamiliar de las cuales 1.407 están relacionadas con violencia sexual. 

Además, según José Daniel López – organizador y representante de la Comisión– en los últimos diez años alrededor de 2.671 feminicidios pudieron evitarse, puesto que las víctimas advirtieron a la Fiscalía, Medicina Legal y la Policía Nacional. 

Veintiséis años después de la Convención Belém do Pará las mujeres siguen en la misma lucha. Ahora más conscientes de sus derechos, ellas reclaman que se les trate dignamente. El norte es lograr una sociedad que no conciba las violencias de género.

¿Con qué se asocia a que en estos días de cuarentena las cifras de abuso intrafamiliar hayan aumentado (específicamente a mujeres madres, adultas jóvenes conviviendo con su pareja y niñas)?

El patriarcado lleva cinco mil años imponiendo la teoría llamada «de las esferas separadas» asignando para los hombres el espacio público y para las mujeres el privado. Es decir, se ha excluido a los hombres del espacio doméstico, del hogar, de la casa.

Por otra parte, el patriarcado complementa este prejuicio con la «división sexual del trabajo», asignando a las mujeres la obligación del oficio o trabajos domésticos como parte de su «feminidad», trabajos que se hacen por «amor» y sin remuneración alguna. Se llaman los trabajos «reproductivos». Para los hombres, por el contrario, se ha venido asignando arbitrariamente el trabajo «productivo», pagado y fuera de la casa. Es decir, se les ha excluido de su responsabilidad con los trabajos del cuidado.

En circunstancias de cuarentena, muchos hombres se sienten extraños permaneciendo en la casa, y les cuesta trabajo cooperar con los oficios del hogar. Es su oportunidad y la de las mujeres para generar consensos y romper los caducos estereotipos y roles de género.

Quienes no logran ser flexibles para transformar su mentalidad y actitudes, pierden fácilmente la calma y ejercen su supuesta autoridad de «machos» apelando a la violencia contra los niños y niñas, contra los y las adolescentes, contra su pareja, contra las adultas mayores y muchas veces contra los animales domésticos o contra los objetos del hogar, adoptando como forma de relación la violencia emocional, verbal, física, económica o sexual.

Ahora bien, antes de la Covid-19 ya se había diagnosticado que «la casa es el lugar más peligroso para las mujeres y las niñas» y que las violencias sexuales se perpetran en su mayoría en el «hogar, dulce hogar».

Esto, porque tal hogar, es una estructura patriarcal, es decir, un lugar de jerarquía y dominio masculino. El patriarcado implica la violencia,  a veces sutil y a veces explícita. No hay patriarcado sin violencia hacia las mujeres.

Desde los feminismos, ¿a qué se debe la violencia de género? ¿Cultura, genética, poder?

El feminismo es el pensamiento crítico frente al patriarcado y es la fuerza política para su desestructuración. El feminismo devela la violencia patriarcal o violencia de género como un ejercicio de poder, en el sentido de la subordinación de las mujeres a los hombres y del predominio de una cultura machista que supone a las mujeres inferiores a los hombres. 

La raíz de la violencia de género, no es pues genética sino aprendida (cultura), por tanto se puede desaprender.

La primera idea que hay que erradicar es la de que ser hombre es ser violento y que ser hombre es ser superior a las mujeres. Es decir, hay que erradicar cualquier justificación de las violencias hacia las mujeres y cualquier tolerancia de la supuesta violencia «natural» de los hombres. 

La mentalidad y los imaginarios patriarcales deben ser transformados, en el sentido de eliminar todo sentido de «propiedad» de los hombres hacia las mujeres. El que consideren a las mujeres «objetos» de su propiedad, les da también autorización para humillarlas, subvalorarlas, maltratarlas, torturarlas y asesinarlas.

Es un argumento común de los feminicidas confesar: «la maté porque era mía» o «era para mí o para nadie».

¿Cómo afecta el machismo en la sociedad colombiana?

El machismo impide el desarrollo humano pleno de las personas individualmente y de las comunidades o sociedades. A las mujeres les limita el ejercicio de sus derechos humanos y a los hombres los denigra. 

En Colombia, ese machismo se manifiesta de diferentes maneras según cada cultura regional y tiene consecuencias distintas según las diferentes clases sociales y los componentes étnicos, etarios y demás. Sin embargo, su denominador común es la violencia contra las mujeres y las niñas, cuyas cifras son vergonzosas. 

Esta violencia constituye un problema de salud pública, causa enorme gasto al erario público y es un obstáculo para el desarrollo económico de la nación. La violencia de género impide la autonomía económica de las mujeres, su avance educativo y su participación social y política. Así el país pierde la mitad de su potencial humano. 

Por otra parte, la violencia obstaculiza el ejercicio de los derechos sexuales y los derechos reproductivos; incide en el levantamiento de una generación criada en medio de tensiones permanentes que no se resuelven por el diálogo sino por la violencia: finalmente se suma y se imbrica con las violencias armadas de toda índole que tratan a las mujeres como «botín de guerra», que asesinan a las mujeres líderes o que las esclavizan por medio de la trata de personas y otras esclavitudes.