Por: José Daniel Palacios
No se necesita una lágrima
ni dos
El tacto de un amanecer encendido.
La sonrisa que paga devuelta.
Veinte razones para estar vivo
Tantas y tan pocas
Cuando vivir,
esa faena
que casi siempre uno vive
y cuando no quiere, no.
Veinte razones
tantas
Veinte razones
almenos.
El asombro, la primera.
La imaginación, la última.
Se necesitan mil lágrimas
o ninguna.
Saberse en llamas.