Por: Róbinson Úsuga Henao
Antes de ser considerado una plaga, el caracol gigante africano era vendido como una especie milagrosa en plazas públicas y catálogos de revistas. Sus fotos aparecían al lado de cremas elaboradas con sus babas, que servirían, supuestamente, para alisar o eliminar las arrugas, várices y cicatrices.
Los parques públicos en los que más se le veía dentro de la ciudad de Medellín eran Botero, Bolívar y Berrío, de manos de hombres desempleados que pregonaban sus virtudes mientras aquellos caracoles gigantes, del tamaño de una mano extendida y la apariencia de una libra de caca, pasaban sus horas comiendo lechuga.
Ahora no se ve en las plazas porque está en todas partes: de milagrosa pasó a convertirse en una criatura villana.
Desde septiembre de 2011 agentes del departamento de agricultura de Estados Unidos fueron desplegados para luchar contra los caracoles en el sur de Florida. La razón: el caracol gigante africano podía dejar efectos negativos en los cultivos y ecosistemas, además de transmitir vectores nocivos para la salud humana.
En junio de ese mismo año, la comisión de epidemiología de la Red de Sociedades Científicas Médicas de Venezuela (Rscmv) emitió una alerta, señalando la importancia de tomar acciones sanitarias por la presencia del famoso caracol, porque ser «una plaga introducida en Venezuela hace 15 años y representar un potencial riesgo de salud en humanos».
En 2012 un grupo de Salud Ambiental de Colombia informó que las autoridades sanitarias y ambientales ya estaban en alerta. También los equipos del Ministerio de Salud y personal del área de control de Vectores Provinciales y Municipales de Argentina se trasladaron a la población de Puerto Iguazú para recolectar ejemplares del caracol. Los ticos estimaban que el caracol habría llegado dos años atrás y hacía daños en zonas con cosechas y cultivos.
El caracol africano en sí no es tóxico o venenoso, solo que entre su basta dieta está el excremento de rata y así puede contaminarse de Nematodo Angiostrongylus Cantonensis, gusano del pulmón de las ratas, que sí resulta peligroso para el ser humano. También suele adquirir otros tipos de parásitos, bacterias y hongos.

Características del caracol africano
Los adultos llegan a medir 20 centímetros de largo y 10 de ancho. Tienen una concha cónica estrecha cuyo largo duplica su ancho, y contiene de siete a nueve espirales cuando el caracol está bien desarrollado. Viven de seis a ocho años, en promedio, y por su condición hermafrodita se reproducen más que los conejos, con más de 200 huevos en cada postura. Procede de la Costa Este de África, principalmente de Kenia y Tanzania y se sospecha que llegó primero a Estados Unidos y Brasil, propagándose luego a los demás países sudamericanos. Se alimenta de organismos vivos como plantas, líquenes, hongos, materia orgánica en descomposición, derivados de plantas y paredes estucadas. Puede adaptarse a cualquier clima pero se siente mejor en condiciones de humedad.
En Colombia la especie parece haber llegado para quedarse. Hoy se encuentra en 122 municipios de 22 departamentos. En Antioquia está presente en más de 20 municipios. Corantioquia, una de las autoridades ambientales del departamento, reportó su presencia en Santa Fe de Antioquia, Támesis, La Pintada, Andes, Venecia, Ciudad Bolívar, Amagá, Puerto Berrío, Yondó, Jericó, Pueblorrico, Tarso, Salgar, San Jerónimo, Sopetrán, Titiribí, Hispania, Olaya y Yondó. Mientras que Cornare, la autoridad ambiental de Corporación Autónoma Regional de las cuencas de los ríos Negro y Nare, reportó la existencia del molusco en los municipios de San Carlos y Cocorná.
Ana Ligia Mora, directora de Corantioquia, señaló que la especie es casi imposible de erradicar, pero tiene manejo: «Queremos decirle a la comunidad que no hay que generar ningún tipo de alerta, simplemente ser responsables y acudir a las autoridades para que ellas verifiquen si en efecto se trata del caracol africano o si es el tradicional, que no genera ningún tipo de alerta y por el contrario ayuda al medioambiente».
Jairo León Henao Correa, médico veterinario del grupo Bosques y Biodiversidad de Cornare, afirmó que en San Carlos se han repartido volantes informativos y se viene desarrollando una labor educativa con talleres, encuentros y foros, para que las personas tengan claridad y conocimiento de la problemática. «En Cocorná se inició el proceso educativo y de sensibilización, ya que el foco es más reciente y la comunidad todavía no está preparada para afrontar esta situación», dice.
¿Qué hacer?
Ante el hallazgo del molusco, el experto de Cornare recomienda el «control mecánico». Es decir, llevarlos a un recipiente que contenga agua con cal o sal, dejarlos por un periodo de cinco horas y después proceder a enterrarlos. Esta acción debe hacerse contando con medidas de protección, como guantes, caretas y todo aquello que impida tener contacto directo con la especie.
Algunas recomendaciones
No tocarlo, en caso de hacerlo debe portar un guante protector.
Evitar el contacto con la baba, especialmente con ojos, nariz, boca y heridas.
No utilizar el caracol como mascota o carnada.
Capturarlos y denunciar su presencia a las autoridades ambientales o a las instancias municipales, al ICA o a la Policía.
No consumirlo.
¿Sospecha de la presencia de la especie?
Es importante que en caso de sospechar de la presencia de esta especie se informe a la autoridad ambiental competente según la jurisdicción, para que sus profesionales procedan a verificar la existencia y a tomar las medidas necesarias.