Por: Steven Ocampo
Los niños piensan la paz es una compilación de un programa de lectura y escritura que recoge las memorias de muchos niños en nuestro país, elaborado por el Banco de la Republica y el escritor Javier Naranjo y del Laboratorio del espíritu (expertos en el manejo de talleres de escritura en ejercicios de ciudadanía y en la recepción de la voz de los niños).
Un libro como este es oportuno en la actualidad del país, después de la firma de los acuerdos de La Habana, en el que pareciera que la violencia se recrudece, y donde es importante entender culturalmente para los colombianos, y especialmente para los niños, qué significa la paz, la violencia y el conflicto armado.
Los niños en Colombia entienden perfectamente el significado de la violencia y las consecuencias que esta genera en nuestra sociedad, esta experiencia recoge testimonios y cosmovisiones de ellos a lo largo y ancho del país. La inocencia y al mismo tiempo la franqueza de estos pequeños seres en la manera en cómo se expresan servirán como testimonio para darnos cuenta de la realidad que muchos pasamos desapercibida.
Un asunto que es importante valorar y destacar de este bello material, aparte de su contenido, son las propuestas para que personas de determinados oficios (como bibliotecarios, docentes y promotores de lectura, entre otros), puedan adoptar metodologías de trabajo similares en los lugares en los que urge realizar programas, proyectos, actividades y, sobre todo, donde hace falta escuchar al otro, para poder construir diálogo, memoria e interpretaciones de la realidad.
A continuación comparto algunas definiciones realizadas por los niños sobre algunas palabras que llaman la atención en nuestra sociedad colombiana:
«Paz… es cuando un niño pelea con otro y al otro día se dan la mano»: Juan Camilo, 13 años.
«Dolor… Pues me duele mucho que mi papá nunca me haya querido, ni a mi madre, nos dejó abandonadas cuando nací y siento mucho dolor en mi corazón porque he crecido sin el cariño de un padre. Pero más sin embargo he crecido con el amor de mi abuelo que me quiere mucho, pero yo quiero mucho a mi padre aunque no me haya querido a mí ni a mi mamá. Te quiero mucho padre»: Laura, 11 años, Honda.
«La paz… Mi vida no es tranquila, por eso quiero que todos, niñas y niños que son pobres, que les den la paz, la paz es para todos nosotros, como los mayores que no tienen padres, madre y familia, este saludo es para los padres y las familias pobres. Mi vida no es tranquila por la guerra, por la violencia y las muertes»: Yaira, 11 años, Buenaventura.
«Silencio… Una vez cuando yo quiero hablar y expresar mis pensamientos siempre me piden que haga silencio, siempre me quedo con mis palabras en mi cabeza». Yoselin, 12 años, Ipiales.
«Desplazar mi familia… Mi familia se desplazó por la violencia en mi tierra, mataron a mi tío, tenía 16 años, por equivocado lo mataron, por esa razón nos tocó desplazar[nos], de ahí llegamos a la casa de mi tía. Pero a mí me tocó muy duro como para estudiar, yo pensaba mucho en mi mamá, muy preocupada con mi papá por la salud de nosotros. El día que le avisaron a mi mamá que [a] mi tío lo habían matado ella presentía por la noche lo que iba a suceder esa noche. Cuando amaneció mi mamá estaba maluca, de allí mi papá le echó sobre una ventana a mi mamá cubetas de agua, pero ahora estamos viviendo en la casa de mi abuela. No les cuento todo porque es muy largo y triste»: Tita, 12 años, Buenaventura.
«Paramilitar… Un día mí tío era paramilitar pero no sé, y todavía lo es, pero así como es lo quiero»: Deisy, 9 años, Bucaramanga.
«Secuestro… Yo un día vi que a una muchacha que vivía por mi casa la estaban secuestrando y la policía estaba mirando y no hacían nada al respecto, y yo les dije a ellos y no querían hacer nada, y a la muchacha se la llevaron y nunca la volví a ver»: María, 11 años, El Retiro (Antioquia).
«Violencia… Que no tengamos miedo de salir a la calle o al andén de la casa por temor a la violencia que hay en este barrio por los paras, los rateros, salir a jugar fútbol a la cancha por el temor de que nos maten o nos saquen de la cancha»: Juan, 11 años, Buenaventura.
«Mujer… Es la persona que me dio la vida, es mi madre, ella me cuidó cuando yo nací, me dijo que yo nací con el cordón duminical ahorcándome y si no me sacan rápido los médicos me moría y no estuviera donde estoy ahora, por eso yo le agradezco aunque yo le hago dar rabia yo sé que me quiere. Cuando tenía un año mi mami estaba cocinando y por inquieto me caí de la cuna y mi madre asustada me cogió y me abrazó, y el amor de ella es tan grande que no sé cómo agradecerle, y ella me salvó la vida, y mi madre es muy comprensiva, cuando me porto muy mal me castiga y por eso le agradezco una y mil veces, por eso yo la amo y me ha enseñado que [a] una mujer no se la toca ni con el pétalo de una rosa, y mi madre es el tesoro tan grande que no se compara con nada del mundo, por eso yo amo a mi familia. ¿Te quiero mamita?»: Carlos, 11 años, Pasto.
«Tristeza… Mi abuelito se murió por cáncer y además mi mamá no vive conmigo y siento mucha tristeza y extraño a mis hermanitos, esto es tristeza y además lo extraño porque era muy bueno»: Karen, 10 años, Ipiales.
«Mi primer recuerdo de paz fue cuando dijeron que iban a hacer la paz con el Asfar porque ya no iba a ver violencia»: Diana, 10 años. Quibdó.
La Invitación es a leer este maravilloso libro donde sin duda alguna las definiciones generan un matiz de perplejidad, humor y sobre todo reflexión, en la experiencia este material ha sido insumo para trabajar la memoria local y la identidad de niños y niñas en la Comuna 13 de la ciudad de Medellín y los resultados del ejercicio creativo han sido muy especiales.