Por: Mariana Álvarez Moncada
Bello Oriente, localizado en la montaña noroccidental, es uno de tantos barrios ubicados en la periferia de la ciudad de Medellín establecidos mediante procesos de invasión por víctimas de la violencia. Sus calles, algunas sin pavimentar, están llenas de diversidad de culturas y religiones, de hombres y mujeres que continúan en una cotidianidad del hacer, sembrar, tumbar y construir.
Aunque los problemas no faltan, en el barrio los sueños se siguen construyendo gracias a aquellos que se dedican a resistir. Son personas como Don Arnulfo Uribe, que creen en las prácticas ancestrales, en la unión en comunidad, en la fuerza del amor y la posibilidad de cambiar realidades. Tuve la oportunidad de conocerlo, caminar con él, alimentar sus cabras y contagiarme de su espiritualidad.

Don Arnulfo se ha dedicado por más de 20 años a la acción comunitaria en el barrio. Su casa, llamada Teofanía, es un rincón cultural en donde reside el grupo teatral Los Caránganos, algunos jóvenes y todo el que quiera quedarse. Aquí todo es útil, se siembra en botas, tacones, cascos y hasta sanitarios. La basura se emplea para construir ladrillos, utilizan un baño seco para aprovechar las capacidades de la compostación y la siembra es esencial para mantener la soberanía alimentaria. Es el lugar donde Don Arnulfo espera sentar las bases de una escuela de artes, artesanías y oficios.

Don Arnulfo me enseñó que recordar es pasar por el corazón. Así que comenzó a recordar y a relatar sus inicios. «Me atreví a hacer un camino en donde me he dejado llevar por el viento», dijo.
Su experiencia comenzó desde la fe, en creer en aquellas cosas que son fundamentales como el sol y la tierra. Desde los 13 años se vio involucrado en las dinámicas de algunos barrios de la ciudad, como Moravia. Tiene conocimientos relacionados con la construcción y la arquitectura, sin embargo se dedicó a la acción comunitaria con jóvenes y niños habitantes de calle, así emprendió un viaje relacionado con las problemáticas sociales. Muchos se han ido y otros se han quedado, pero él continúa construyendo el tejido social que llama comunidad.

Él y algunos jóvenes del barrio se reúnen en un evento que lleva ocho años realizándose, conocido como el Bello Campamento. El día de mi visita, el 9 de junio de 2019, correspondía al día número 9 de los 13 del Octavo Bello Campamento. Don Arnulfo explicó que es una forma de encontrarse con todo el mundo y que son 13 días debido a que ése número corresponde a una onda encantada de la cultura Maya. Es un lugar para compartir con los niños, cocinar en comunidad, hacer artesanías y darle un espacio a la cultura.

Los Caránganos presentaron para los jóvenes y niños una de sus obras: La Loca Esperanza. Doña Denis y Don Álvaro son quienes, al ritmo de las maracas y el tambor interpretan a más de un personaje. Su nombre, el carángano, es el nombre de un instrumento musical elaborado en guadua que se usa en varias de las regiones del país.
Para Don Arnulfo, los niños de Bello Oriente, la montaña que siente son lo más importante para seguir saboreando día a día la alegría de crear comunidad. «Creo que hay que recuperar el humano original, es decir el niño; para que la vida no sea difícil sino muy divertida» me dijo. Además agregó que «hay muchas formas de leer, y no sólo con libros» los niños en Bello Oriente leen la naturaleza sembrando, cultivando y escuchando aquellos que le ganan la batalla a la indiferencia.